29 de marzo de 2011

POSTGUERRA

Esta es mi primera publicación, espero sea de su agrado, con este cuento participé en el premio COPE  de Petroperú, representa uno de los más grandes miedos que tengo cada vez que regreso a mi ciudad:

Post Guerra

Escrito por Kornelio.

Por fin estoy retornando a Ica después de tres años. La guerra duro demasiado para ser un enfrentamiento suscitado en este siglo. No tengo muchos recuerdos de cómo inició o como llego a su fin esta guerra, no sé si ganamos o perdimos, solo desperté en este bus como si la guerra hubiera sido un sueño, y en verdad agradezco que haya terminado, ahora sí regreso a casa y sé que, aunque no esperan mi regreso, mi familia se va a emocionar.

Bajo del autobús en el paradero de la calle José Matías Manzanilla, que se encuentra cercano a mi casa. La cara del chofer no la puedo distinguir producto de lo borrosa que esta mi visión por el sueño inconcluso. El cielo se encuentra despejado, pero las calles se encuentran con neblina- no espesa, pero neblina en fin- la cual no impide la visión, pero le da un aspecto lúgubre a la ciudad. Yo supongo que son las dos de la tarde, pero en verdad no lo sé porque no tengo un reloj y no recuerdo como lo extravié. La calle está prácticamente vacía, con pocas personas a los alrededores y con negocios cerrados, algo extraño porque esta calle es la más transitada de la ciudad y dado que al parecer es un día sábado, todo debe estar abierto para atender al exigente público iqueño. Sigo caminando observando a la gente no muy animada, me percaté que eran personas que frecuentaban mucho esta zona desde mucho antes que partiera a la guerra y, que por alguna razón, dejaron de hacerlo, algunos alzan las manos en señal de saludo acompañado de una pequeña sonrisa dibujada en sus labios.

Solo faltan tres cuadras para llegar a casa y darle una sorpresa a mi mamá, a mis abuelos y a mi papá; me olvidaba mencionar a mi enamorada, bueno enamorada hasta lo último que supe de ella, que espero no me haya olvidado. Me pregunto qué habrá sucedido dentro de mi familia, la guerra empezó hace tres años y me mantuve incomunicado cerca de dos años de empezada la guerra, las comunicaciones fallaban y cada llamada a casa era una súplica junto con un río de lágrimas, donde me suplicaban que por favor regresara a casa, que apenas me releven regrese a casa y traté de rehacer mi vida, luego de un rato de ver que todas las suplicas eran en vano es que mi padre cogía el auricular del teléfono y me aconsejaba que me cuide mucho y que no haga estupideces como hacerme el valiente en combate; eran consejos de mi padre, que ya sabía que no iba a hacerle caso, debido a que él al combatir el terrorismo en el país, también fue un héroe y muchas personas de nuestro entorno y a nivel policial, lo respetan. A decir verdad la guerra ya me tenía cansado, estaba cansado de matar tanta gente, de dormir todos los días con los ojos abiertos, parado y, si Dios quería, dormía. La guerra me alejó de mi familia, de mis amigos, de mi enamorada o bueno, mi ex enamorada me imagino.

Faltan dos cuadras para poder llegar a casa, muchos perros ladran y se me acercan dándome la bienvenida, se trepan por mi pierna, otros se echan con la panza hacía arriba para que las frote. No son perros mestizos, son perros de raza: Un braco, dos cocker, un chow chow y un labrador, incluso un gato blanco frotaba su cuerpo con mi pierna derecha. Yo tuve perros de la misma raza y un gato blanco a lo largo de mi vida, que bonito era ver que a cada paso que daba hacía mi casa, un recuerdo parecía volver al presente. Sigo el camino hacía mi casa, seguido por los canes y el felino, al menos hacían que olvidara la soledad y el silencio imperante en el barrio. Puedo ver la ausencia de personas, las casas con las cortinas cerradas o algunas casas en las cuales una mano corre la cortina para observar quién transita, pero no logro ver los rostros.

¿Qué estará haciendo mi mamá?- me preguntó- esperó que este en casa cocinando su rica comida, o este preparando uno de sus deliciosos postres; también espero que este descansando del duro trabajo que todos los días realiza. Espero que mis abuelos se encuentren en casa, seguro deben estar con algún alumno ya que ellos son maestros; y mi papá, debe seguir en actividad, a esta hora debe estar en el trabajo.

Por fin, doy vuelta a la esquina y frente a mí, cruzando la pista, en la otra acera, está mi casa, tal cual yo la deje, esa casa enorme de más de 100 metros cuadrados, con su pintura color melón, la decoración de piedra de la fachada y el balcón con las parras de uva. Ahora que me percato, soy el único hombre a la redonda, recuerdo a los niños correteando atrás de la pelota en la pista con dos piedras que fungían de arcos de futbol;  las niñas jugando con una soga brincando sobre su sitio y los vecinos que regaban sus jardines. Han pasado tres años desde que me fui a la guerra, ahora esos niños ya deben haber dejado de serlo, ahora ya deben ser adolescentes con sus propios problemas, recuerdo como ellos me querían, como me buscaban para jugar fulbito, celebraban cada vez que regresaba de algún de viaje, otras veces me buscaban cuando algún abusivo venía a molestarlos para que yo lo pusiera en su lugar, sé que ellos al haber crecido me deben haber necesitado para orientarlos en el corto y doloroso camino de la adolescencia, total eran mis hermanos menores y yo, el ejemplo a seguir en el barrio.

Llego el momento, las piernas me tiemblan más que mi primer día en el campo de batalla, es que no sé con que sorpresas me toparé al tocar el timbre y entrar a la casa.

Cruzo la calle, toco el timbre y nadie salé a abrirme la puerta.

-       Hola-grito en dirección a la casa- contéstenme.

No hay nadie en casa, pero eso no me quita la emoción por poder volver a verlos, sé que mi mejor premio después de regresar de esta guerra es poder ver sus rostros, abrazarlos hasta que me salgan las lagrimas como ahorita me esta sucediendo, sentarme con ellos a la mesa, contarles mis hazañas en combate, mis distinciones, lo mucho que los extrañe y las razones por las cuales me encontraba incomunicado con ellos por estos casi tres años. Después iré a visitar a mis amigos de toda la vida, tomaré un trago con ellos celebrando el hecho de que estoy con vida y que todos ellos y mi familia han sido el aliento que me mantuvo con vida en situaciones arriesgadas en pleno combate; sé que tomare hasta caer ebrio, pero feliz.

Bueno, sigo aquí parado en la puerta de mi casa esperando que alguien salga a darme a abrirme la puerta, solo me queda utilizar mi vieja llave o abrir la puerta con ganzúas, en caso hayan cambiado la chapa de la puerta. Cojo la llave e intento abrir la puerta, la chapa sigue siendo la misma y mi llave todavía encaja.

Al abrir la puerta, entro a la casa, la cual también tiene la misma neblina de la calle por dentro, pero por alguna razón el sol iluminaba de una forma especial la casa resaltando las blancas paredes y los colores de los ventanales, estoy un poco cansado por el viaje, así que me echo en el sofá de la antesala y recibo los rayos del sol mientras espero que alguien llegue a casa.

Han pasado cerca de dos horas, y a pesar de que los rayos del sol no entran en la casa, esta sigue radiante. Escucho un ruido, alzo la mirada hacia la puerta de ingreso a la casa que se esta abriendo, una mano arrugada empuja la puerta y una figura vigorosa entra por ella, debe ser mi papá. La figura entra completa y por fin puedo distinguirla bien, es mi abuelo Gabo, mi querido abuelo Gabo, se le ve mucho más joven que la última vez que lo vi, se le ve más sano y lleno de vida. Me acercó a él y lo sorprendo.

-       Abuelito - le digo con lagrimas en los ojos y abrazándolo.
-       Luciano- responde sorprendido y continuando con el abrazo.

Me sorprende ver que mi abuelo tiene un semblante completamente diferente, esta feliz de verme, pero a la vez perturbado por mi presencia en la casa, pero a pesar de eso, no puedo evitar el abrazarlo fuertemente x el tiempo que lo he extrañado, entiendo si no esta feliz por verme por el tiempo que me he ido de su lado. No entiendo cómo es que mi abuelo se ve mucho más joven desde antes que yo me fuera de la casa, tampoco el porqué su cara se encuentra sin ninguna arruga y su cabello, totalmente negro. Lo miro a los ojos, se encuentra algo afligido, le doy un beso en la frente y  miro nuevamente sus grandes ojos marrones.

-       No pongas esa cara abuelito- le dije tiernamente- ya estoy de vuelta en casa.
-       También estoy feliz de poder verte, hijo-responde entre lágrimas- tenemos tanto de que hablar.
-       Claro, abuelo. ¿Dónde está mi abuelita?- le pregunto
-        Ahorita está en misa-respondió

Imaginaba que mi abuela iba a estar en la iglesia, rezando seguro porque yo regrese a casa, sería bonito recibirla y que vea que sus oraciones surtieron el efecto deseado y que habrían muchas más oportunidades para acompañarla a todas las misas y novenas que quisiera. La verdad, yo detestaba ir a las novenas y oír a las viejas amigas de mi abuela cantando las canciones al señor con unos lamentos insoportables, pero eso no iba a importarme porque yo solo quiero recuperar el tiempo perdido.

-       Abuelito, ¿dónde está mi mamá?
-       Tu mamá, está en el trabajo como siempre.

Eran casi las cinco de la tarde, mi madre regresaba del trabajo a las dos de la tarde, descansaba unas horas y regresaba siempre al trabajo a las cuatro o las cinco de la tarde; por lo que me parecía raro no haberla visto regresar del trabajo. Ella tiene una fuente de soda o cafetería, cada día ella preparaba los pasteles que vendía, así como, también, las empanadas de carnes y, hasta los helados. Muchas veces ella me decía que fuera por ella a reemplazarla para que pudiera descansar, cuando me lo pedía, yo gruñía, pero al final iba a reemplazarla unas horas, pero nunca tuve buen tino para la atención al público, mi mamá renegaba porque siempre me terminaba peleando con los faltosos clientes que a menudo consumían en nuestro negocio. La verdad así me lo pida ella, prefiero volver a servir en la guerra antes de volver a atender a esa gente.

-       ¿Dónde está mi papá?
-       Tu papá se fue de cacería con sus amigos, por cierto ya se ha retirado de la policía.

La cacería, me encantaba salir de cacería junto con él. Siempre salíamos ir a casar las chacras, siempre cazábamos palomas grises o cuculíes, cuando yo era niño, él no me dejaba usar una escopeta como él si lo hacía, así que lo único que yo hacía era mirar a la paloma caer ya sea en los cultivos de maíz, pastizales y, hasta, canales de regadío.

-       Hijo, sería mejor que saliéramos a caminar un poco, necesito que me acompañes a visitar algunos lugares- dijo mi abuelo.
-       Listo, voy a calentar el auto
-       Hijo, te dije que íbamos a ir caminando, no tienes por qué calentar el auto.

Ahora empiezo a percatarme que ninguno de los dos autos se encuentran estacionados ni en el garaje, ni fuera de la casa y que, además, no me ha invitado ni siquiera a comer algo o servirme un trago de agua o de gaseosa, me esta atendiendo como si me hubiera visto hace unas semanas y no hace unos años.

Salimos a la calle y viro la cabeza en ambas direcciones haciendo entender a mi abuelo que me gustaría saber por dónde debemos ir, el se adelanta y elige el camino de la derecha de la casa, era el camino que nos llevaba en dirección de la sequia llamada “la mochica”, que atraviesa una calle en la que se ubica el colegio San Luis Gonzaga, que es una de las grandes unidades educativas que se formo en el tiempo del gobierno del General Odría, mi abuelo caminaba un paso delante de mí para que lo siguiera.

-       ¿De dónde venías?- le pregunto.
-       De casa de unos amigos que se van a quedar un buen tiempo por acá.
-       ¿Cuándo veremos al resto de la familia?
-       Espero que pronto, hijo.

Sentía que la conversación con él no me despejaría las dudas que en estos momentos se cruzan en mi cabeza, la verdad ya me esta impacientando el hecho que no conteste ni una sola de mis preguntas como yo quisiera y siento que estoy perdiendo la paciencia.

-       Cuéntame algo de la guerra, hijito- me pide el abuelo
-       Algo, como qué, abuelito- respondo
-       Por ejemplo, ¿cómo regresaste?

Esa pregunta es la más difícil de responder, recuerdo absolutamente casi toda la guerra desde su inicio. Recuerdo que un día los países vecinos, atacaron una de las bases militares y tomaron las ciudades de Tacna, Moquegua y Arequipa; y por el norte solo se establecieron en Tumbes y parte de Loreto. El gobierno decretó el estado de sitio y reclutaban a cada persona menor de veinticinco años para servir en el frente de batalla. Yo asistí al segundo llamado, con la idea que el país agradecería los servicios prestados al servicio del estado con una pensión vitalicia, total mientras las guerra durara todas las instituciones del estado dejarían de funcionar, no habría estabilidad económica, ni de mercado, nada perdería en la guerra, me prepararía para batallar, aplicaría lo que me enseñaron y regresaría como una gran héroe de guerra, quizás mi nombre aparecerá en los libros de historia o en un mapa que indiqué el nombre de una calle con mi apellido. En los últimos instantes en la casa, mi abuela y madre me jalaban de los brazos para que no fuera a la guerra, pero ya era tarde, mi nombre estaba escrito con mi puño y letra en la lista de voluntarios, salí de la casa en dirección a la casa de mi enamorada, derramando lagrimas cuadra por cuadra hasta llegar a la casa de ella, pensando: ¿está bien lo que hago? ¿Qué sucede si me equivoco? Legue a su casa, ella ya me estaba esperando en la puerta, nos acercamos, nos dimos un beso y luego un abrazo, luego seguí mi camino hacía el paradero donde el bus, que nos llevaría al cuartel, esperaba. Nos entrenamos cerca de 1 mes, y partimos al campo de batalla, yo quería que me enviaran a la zona sur, evitar el avance de las tropas, combatir en la misma ciudad como si fuera una película de la segunda guerra mundial; pero la historia fue diferente, me mandaron al norte, a la misma selva en Loreto, soportando picaduras de insectos, lluvias torrenciales, animales salvajes, serpientes y sin un lugar tranquilo donde poder sentarse para poder defecar tranquilamente sin tener que estar cogiendo el arma apuntando para todos lados.

-       ¿Sigues ahí?- interrumpe mi abuelo bruscamente.

Esa forma como me interrumpe mi abuelo no me deja contestarle, levanto la mirada y observo que estamos en el paradero donde me baje para llegar a la casa, las calles siguen estando vacías, ahora no veo ningún alma transitando la calle, ahora que lo pienso las calles están vacías por el posible éxodo de personas hacía un lugar seguro ante un inminente ataque aéreo sobre la ciudad; sin embargo se encuentra intacta como antes de que las hostilidades empezaran, no hay soldados en la calles, no hay boletines informativos ni, muchos menos, un toque de queda ya que por algo nosotros estamos transitando por las calzadas de la ciudad.  Estamos ubicados en el mismo paradero donde el bus de regreso a casa me dejo, cruzamos la pista y seguimos caminando por la calle perpendicular a la avenida donde se ubica el paradero, en dirección hacía el cerro Saraja, que es el cerro o duna más grande que hay en Ica, se caracteriza por tener una gran cruz que se ve desde la entrada a la ciudad.

No sé que ruta estamos siguiendo, no tengo idea de el lugar al cuál mi abuelo me quiere llevar, pero estamos de camino por la casa de Rose, mi ex enamorada, al fin puedo recordar su nombre, lo había olvidado por completo, solo tenía recuerdos de ella como mi fiel y fogosa enamorada, de las tardes y noches eróticas a su lado, los lugares que visitábamos y de las peleas que teníamos, pero su nombre era algo que mi memoria selectiva había borrado. Al pasar en frente de su casa, solo miró las ventanas para ver si ella asoma su rostro, o su mano, pero no obtengo nada de lo que espero por lo que opto por detenerme en la marcha.

-       ¿Por qué te detienes?- Pregunta mi abuelo.
-       Quiero buscar a Rose- Respondo.
-       Rose, aún no ha llegado- responde bajando la cabeza.
-       Tú, ¿cómo lo sabes?

Me alejo de mi abuelo y rápidamente corro hacía la puerta.

-       Detente- grita

No le hago caso alguno y toco reiteradamente el timbre de la casa y golpeo la puerta esperando que alguien se asome y me de respuesta, tengo muchas ganas de que ella salga a la puerta y me de un abrazo; no puedo esperar más que eso, ella, después de tres años sin saber de mí, ya debe estar casada o quizás debe estar con otro enamorado o, quizás novio, seguro que ya me ha olvidado. Ahora me pregunto: ¿Cómo sabe mi abuelo que ella aún no ha llegado a casa?, ahora creo tener claras las cosas, quizás todos están esperándome para poder hacerme un recibimiento sorpresa, pero esa respuesta la tengo que desechar porque nadie sabía que yo regresaba.

-       Eres terco como tu abuelo –dice mi abuelo tocándome el hombro.
-       ¿Cómo sabes que no hay nadie en casa?- le pregunto exaltado.
-       Hijo, las cosas han cambiado mucho desde el momento que pusiste un pie fuera de la ciudad
-       Ella, ¿ha cambiado de casa?
-       No, exactamente.

El abuelo continuó caminando y no tuve otra alternativa que continuar con su paso. Levanto la mirada hacía el cielo y observo un color celeste con toques de plomo en degradé, al parecer esta anocheciendo.

-       Aceleremos el paso que se hace tarde- me exhorta mi abuelo.

Comprendo que es tarde y que esta zona es peligrosa de noche y mi abuelo no esta en condiciones de estar peleando con forajidos tres o cuatro veces menores que él, por eso acelero el paso y nos detenemos en la avenida Arenales, que también es una avenida muy transitada ya que ahí se encuentra un mercado y, también, el cementerio General. La avenida esta tal cual la deje, con las pistas llenas de huecos y baches como si fuera una trocha de lo más profundo de la selva peruana; también, veo las paredes pintarrajeadas con spray haciendo alusión al nombre de la pandilla de la zona y los viejos arboles sin hojas en medio de la berma central. Seguimos el camino del lado izquierdo de la avenida, en dirección del cementerio, veo el rostro del abuelo desencajado y que el aspecto de su rostro va cambiando, en cualquier momento puede romper en llanto, solo me mira y trata de dibujar una sonrisa en el rostro, pero es inevitable ver como las lágrimas brotan por ambos ojos.

-       Apura el paso que es tarde- habla mi abuelo con la voz quebrada.

Delante de mí observo que hay más afluencia de gente, y al seguir caminando hay mucha más gente, lo que me sorprendió; eran rostros que jamás había visto, eran personas que vestían ropa muy pasada de moda e, incluso, de otra época. Miro al cielo que ahora ya es gris, un gris tan oscuro que parece un indicativo de una posible precipitación, la verdad el ambiente ya de por sí es tétrico y callado, a pesar de estar rodeado de personas por todos los flancos de la avenida, no se oye ruido alguno. Mi abuelo se detiene de golpe.

-       Ya hemos llegado- dice mi abuelo.

Estamos frente al cementerio general, no sé qué pretende mi abuelo al traerme a este lugar, minuto a minuto mi corazón late más rápido, mucha gente se encuentra llorando a sus seres queridos, la muerte al parecer ha rondado por la ciudad por motivo de la guerra, me da mucho miedo continuar el recorrido y contemplar el peor cuadro de mi vida. Pasamos el primer pabellón, y una señora está llorando frente a una tumba en la que resalta una foto de una mujer completamente parecida a ella, debe ser seguro su hermana o su madre. Al pasar por el segundo pabellón, observo soldados mirando las tumbas de otros soldados. Llegamos al tercer pabellón, este cementerio se encuentra lleno de soldados y de personas que a simple vista reconoces que han sido presidiarios. Llegamos al quinto pabellón, mis ojos están llenos de lágrimas y no puedo continuar con el recorrido, pienso en llegar al final del recorrido y encontrar frente a mí un nicho familiar en el que aparezca 3 lápidas con los nombres de mis padres y de mi abuela. Mi abuelo puede haberme dicho que no se encontraban en casa para amilanar el hecho y hacerme entender lo que sucedía. Estamos en el sexto pabellón del cementerio, frente a mí se encuentra una lápida grande la cual se encuentra llena flores lo que no me permite distinguir el nombre de la persona que se encuentra enterrada.

-       Ya llegamos, hijo- Me advierte el abuelo.
-       Ahora dime ¿qué diablos hacemos acá?
-       Comprenderás que no tenemos mucho tiempo, y que todas tus respuestas se responderían a su tiempo, pues llegó el tiempo.
-       Abuelo, la verdad no entiendo nada de lo que estas tratando de decirme, me asustas.
-       Quiero que estés preparado para lo que vas a ver.
-       Estoy rogando que esta pesadilla termine, dime que es lo que tengo que ver

Me acerco a la lápida y retiro las flores que ocultan el nombre que se encuentra grabado en el mármol:

LUCIANO BAUTE ROLDÁN
(22/04/1988 – 16/08/2012)
24 Años, Buen hijo, nieto y novio. Distinguido por acción de heroica en batalla.
Que Dios te tenga en su gloria.

-       No puede ser posible esto, estoy a tu lado, abuelo – digo en forma exasperada
-       Hijo, quiero que entiendas en qué situación nos encontramos.

Mi abuelo no me entiende, no sabe que me hace daño haciendo esto, yo solo esperaba que me llevara a ver a mi familia, ya deben estar en la casa, deben estar preguntándose dónde se encuentra el abuelo. Mi abuelo se acerca a mí y toca mi hombro.

-       Abuelito, estoy vivo, me acabas de tocar y me acabas de sentir, no soy un sueño.
-       Luciano, por favor…..

Voy corriendo hacia la salida del cementerio, no dejo terminar lo que tiene que decir el abuelo, estoy pasando por cada uno de los pabellones, el pabellón quinto con soldados al igual que el cuarto, el tercero con personas que no había visto cuando llegamos, hasta llegar al primer pabellón, me encuentro cansado y caigo de rodillas, no puedo correr, me falta el aliento y no puedo pararme, me siento impotente frente a todo esto, mi lloriqueo se hace más agudo y mi abuelo, se para atrás de mí, vuelve a tocar mi hombro.

-       Luciano, alza la mirada y lee la inscripción de la tumba frente a ti

Miro en dirección a la tumba, esta dice:

Gabriel Baute León
(18/03/1937-28/09/2012)
75 años, recuerdo de su esposa e hijos.
Te esperaré en el cielo, hijito